miércoles, 15 de julio de 2009

Caldo Molecular, parte III

And now....the conclusion....
Tercera y última parte de nuestra Mención Especial, en donde los acontecimientos llegan a su fin.
Ahora ya la teneis en su totalidad, y pronto los siguientes relatos.....



Yo tiraba arriba y abajo una pieza de carne que no encajaba en la preciosa anatomía femenina que recién había embalsamado. Normalmente hubiera acompañado a las demás vísceras por las cloacas de mi nave; pero claro aquello era ...
-¿Buscan el Caldo Molecular, señores? - les dije con cierta sorna. Yo ya tenía mi fáser en la mano.
- No haga tonterías. Dénos eso, Enterrador, coja su nave y lárguese de aquí.
- ¿Van a desviar mi planeta? ¡Estoy haciendo una fortuna con esto! No puedo permitir que jueguen con el pan de mis hijos.
- ¿Usted tiene hijos? - dudó con cierta mala gana el androide más rubio del trío dirigiendo sus pasos lentamente hacia mi posición.
- Probablemente no; pero no pierdo la esperanza.- y , al tiempo que decía yo esto, disparaba contra la cabeza del robot.
-¿Cuanto quiere por este jodido planeta? ¡Podemos hacer que La Federación lo requise!
Me reí. No podían ser tan lerdos. ¿Trataban de que perdiera concentración?
- Si La Federación hubiera necesitado este planeta no hubiera mandado un cadáver y tres androides tan solapadamente. Les veo muy nerviosos. Probablemente se están quedando sin tiempo. Tienen una nave desde donde mandan este material y probablemente les anden rastreando.
¡Ah, no me contestaban! Mi altivez me jugó una mala pasada. El tipo calvo desarrolló en menos de un segundo una gran cola de escorpión que incrustó en la arena y que fue a salir a la altura justa de mi trasero. Me moví para esquivar la embestida y perdí el equilibrio; y el fáser y, claro, el dominio de la situación. Menudo puñetazo me arreó el androide de pelo blanco. El calvo plegó su cola, tomó el Caldo Molecular, y me salvó la vida de paso; paró en seco a su compañero que había hecho salir a la luz desde uno de sus nudillos un pincho que me iba a clavar en la sien.
- Gracias - , susurré tratando de incorporarme. La mirada del calvo me hizo ver la poca idoneidad de mi acción, así que, me agarré las rodillas y permanecí sentando en la arena.
Ahí estaban esos dos, extrayendo del pedazo de carne extra de Acacia Jones, el combustible necesario para alimentar los trípodes. Yo diría que lo gozaban; aunque no era posible porque las máquinas no saben de eso. Cuando el arma estuvo cebada; ya saben, todo lucecitas eran los trípodes, me ignoraron y desaparecieron de mi vista igual que habían aparecido: teletransportación. Me levanté con desgana. La teoría decía que ahora saldría un rayo de alguna ranura de aquella composición, chocaría contra algún objetivo programado y el planeta se desviaría para colocarse en una órbita concreta donde probablemente joderían a alguien. Entonces, si no me daba prisa y me largaba ahí, el movimiento del planeta me mandaría al otro barrio. Eso era la teoría; pero yo no me movía. Le daba vueltas a los trípodes calculando que valor tendría aquello bien como chatarra espacial bien como prueba de algún delito. Cuando traté el cuerpo de Acacia no me di cuenta de inmediato de la existencia de aquella pieza así que, me temo, su composición estaba un tanto alterada por lo que, ahora lo iba a ver concretamente, el disparo tan sólo formó un bonito castillo de fuegos artificiales. ¡Lo hermoso y lo efímero! Hermosos fuegos, efímero placer. ¡Y qué realidad tan fea! ¡Cómo me habían dejado a Acacia! Recomponerla me iba a costar un día de trabajo. Pero, iba a hacerlo. Se lo merecía, pese a que no fuese más que un señuelo para esquivar a... Bueno ahí los tenía: una nave vulcana sobre mi cabeza y con la intención de aterrizar.
Iba explicarle al comandante vulcano lo que había pasado, pero no hizo falta; como tampoco quiso comprobar mi título de propiedad de aquella parte del planeta. De hecho miraron de reojo a la señorita Jones e ignorándome murmuraron entre ellos, mientras retiraban los trípodes:
- Que burros son estos humanos. No conseguiremos hacer carrera de ellos por más oportunidades que les demos. ¿Cuantos ejes temporales van a tratar de crear para que ese Imperio Centauro del siglo XL sea una República?
- Ni sus androides tienen una buena programación.
- Bueno el comandante Data ¿tal vez?
- No...
- ¿Y ese? - y me señalaron; aunque yo estaba a lo mío.
- ¿El Enterrador? No es un humano...
- ¿Y estropeó El Caldo Molecular por casualidad?
El comandante vulcano se encogió de hombros. Hizo amago de agarrar su tricorder y me miró de soslayo. No continuó. No tuvo ganas de analizarme. Se limitó a controlar como sus hombres desmontaban el trípode.
- Venga, caballeros, que sólo podemos respirar una hora-, les advirtió a sus soldados sin levantar la voz.

FIN

1 comentario:

Pedro Martín Cumplido dijo...

me gustaria participar en vuestro grupo. Mi email es halcon33uno@hotmail.com
Vivo por la zona de BCN.
Muchas gracias.