Bien, tras el inicio de esta, nuestra Mención Especial, continuamos con la interesante experiencia.
Espero que os siga gustando, y que al final opinéis si nuestros jueces estuvieron acertados.
Ya aterrizaba en Barzan IV. Estaba incomodo. El humano llamado Anders, tripulante del Enteprise, había insistido tanto en acudir al sepelio: había pagado muy bien, vaya. Por eso ahí lo tenía como copiloto o como ayudante a la hora de manejar las grúas. No iba a poder recrearme en el entierro; apenas media hora para no tener otro cadáver en el arqueo. Estaba encantado con el mausoleo que le había adjudicado. Me sentí obligado. Fui al almacén de la nave; a la cámara frigorífica y saqué una botella de cerveza romulana, y dos jarras heladas. Yo no quería escuchar, pero al humano se le soltó la lengua, tal vez en exceso:
"La señorita Acacia Jones, hija del ministro republicano Darios Jones y la funcionaria Dalma Rodríguez: del mundo Excitha le habló. Jugaban con máquinas que propiciaban saltos temporales. Y así encontraron el siglo LX ; el Imperio Centauro dominaba los viejos dominios de la Federación Unida de Planetas. Se dijeron, hemos de restablecer la República en el área. Vieron al hijo del Emperador; vieron a su pequeña Acacia : miraron al consejo científico. Su presidente, Ludo Bosch, dijo: Es posible hacer viajar a la niña en el tiempo. Es posible adoctrinarla para ser princesa. Es posible cambiar las mentalidades imperiales de algunos centauros, no sé si de todos. Es posible que su hija pueda ser Emperatriz y entonces derribar al Imperio desde dentro, como la quinta columna perfecta. Lo que nos sobra es tiempo. Pero, mírela ahora, Enterrador: está muerta. Sólo éramos cuatro en su velatorio ¿sabe por qué? " " No, y disculpe si le resulto grosero, no me importa. No he preparado otra tumba y si no acabamos rápidamente con esto tendré que desintegrar su cadáver porque no sabría a quien cobrar los servicios y si estarían dispuestos a comprar su parcela ¿ya me entiende?" Perfectamente. Y no sabe cómo lamento lo que va a suceder en breve. Porque es muy evidente que yo soy un ser un humano y mi vida aquí está vendida. Sin embargo mis otros compañeros de vela eran androides y van a tomar el relevo.”
El tipo llamado Anders sacó de uno de los bolsillos de su casaca roja un comunicador que se pegó al pecho; lo presionó y de inmediato su cuerpo fue partículas de luz que se deshacían delante de mi. Al instante tres haces de luz iban conformando los cuerpos de sus tres compañeros mecánicos: uno con el pelo blanco, otro con el pelo rubio y el tercero calvo; ¡cómo brillaba aquella calva! No fueron amables conmigo. Me apartaron a su paso. Iban derechos hacia el sarcófago de Acacia. Se posaron delante de ella y empezaron a desnudarla meticulosamente. Al poco tres trípodes con logotipos de La Federación se teletransportaron a tan sólo un metro de donde yo estaba. No me costó mucho reconocer aquellas cosas. Se usaban para mover planetas de sus órbitas. Fruncí el ceño. Aquellos cabrones me iban a joder el negocio... Bueno eso se creían ellos. De hecho, pese a su composición metálica y su teórica carencia de sentimientos, empecé a notarlos nerviosos escarbando con ansiedad en cada porción del cuerpo de la señorita Jones. Estos tíos eran idiotas. Por qué menospreciaban mi trabajo. Cómo pensaban ellos que se momifica un cadáver. ¿Iba yo a dejar algo dentro de aquel cuerpo que impidiera el correcto tratamiento? Entonces me entró la risa floja; más sonora de lo que yo hubiera querido. Al unísono se volvieron aquellas cosas mirándome fijamente.
El tipo llamado Anders sacó de uno de los bolsillos de su casaca roja un comunicador que se pegó al pecho; lo presionó y de inmediato su cuerpo fue partículas de luz que se deshacían delante de mi. Al instante tres haces de luz iban conformando los cuerpos de sus tres compañeros mecánicos: uno con el pelo blanco, otro con el pelo rubio y el tercero calvo; ¡cómo brillaba aquella calva! No fueron amables conmigo. Me apartaron a su paso. Iban derechos hacia el sarcófago de Acacia. Se posaron delante de ella y empezaron a desnudarla meticulosamente. Al poco tres trípodes con logotipos de La Federación se teletransportaron a tan sólo un metro de donde yo estaba. No me costó mucho reconocer aquellas cosas. Se usaban para mover planetas de sus órbitas. Fruncí el ceño. Aquellos cabrones me iban a joder el negocio... Bueno eso se creían ellos. De hecho, pese a su composición metálica y su teórica carencia de sentimientos, empecé a notarlos nerviosos escarbando con ansiedad en cada porción del cuerpo de la señorita Jones. Estos tíos eran idiotas. Por qué menospreciaban mi trabajo. Cómo pensaban ellos que se momifica un cadáver. ¿Iba yo a dejar algo dentro de aquel cuerpo que impidiera el correcto tratamiento? Entonces me entró la risa floja; más sonora de lo que yo hubiera querido. Al unísono se volvieron aquellas cosas mirándome fijamente.
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