martes, 28 de julio de 2009

¡El Dr. Chaotica amenaza la WeekendTrek!



Las fuerzas del mal lideradas por el Dr. Chaotica amenazan la WeekendTrek, pero ni él ni sus amenazas nos asustarán!! ¿verdad…? Por si a caso... ¿Alguien se sabe el teléfono del Capitán Protón?

(Alguien puede encontrar algún parecido entre el Dr. Chaotica y nuestro compañero Spapak, pero podemos asegurar que es totalmente casual)

miércoles, 22 de julio de 2009

Descanso merecido....o no?

Es importante para todos aquellos que estamos por aquí, el hecho de desconectar de vez en cuando, alejarnos y ver las cosas desde una perspectiva diferente.

Todos, en un momento u otro lo necesitamos, y ahora me ha tocado a mi.

Estoy en Andorra, en un hotel en lo mas alto de una montaña, y os aseguro que como terapia de descanso es una maravilla.

Pronto estaré con vosotros de nuevo tras nuestro nuevo relanzamiento. Hasta entonces...sed felices.

No os adjunto fotos, lo haré una vez llegue a Barcelona

miércoles, 15 de julio de 2009

Caldo Molecular, parte III

And now....the conclusion....
Tercera y última parte de nuestra Mención Especial, en donde los acontecimientos llegan a su fin.
Ahora ya la teneis en su totalidad, y pronto los siguientes relatos.....



Yo tiraba arriba y abajo una pieza de carne que no encajaba en la preciosa anatomía femenina que recién había embalsamado. Normalmente hubiera acompañado a las demás vísceras por las cloacas de mi nave; pero claro aquello era ...
-¿Buscan el Caldo Molecular, señores? - les dije con cierta sorna. Yo ya tenía mi fáser en la mano.
- No haga tonterías. Dénos eso, Enterrador, coja su nave y lárguese de aquí.
- ¿Van a desviar mi planeta? ¡Estoy haciendo una fortuna con esto! No puedo permitir que jueguen con el pan de mis hijos.
- ¿Usted tiene hijos? - dudó con cierta mala gana el androide más rubio del trío dirigiendo sus pasos lentamente hacia mi posición.
- Probablemente no; pero no pierdo la esperanza.- y , al tiempo que decía yo esto, disparaba contra la cabeza del robot.
-¿Cuanto quiere por este jodido planeta? ¡Podemos hacer que La Federación lo requise!
Me reí. No podían ser tan lerdos. ¿Trataban de que perdiera concentración?
- Si La Federación hubiera necesitado este planeta no hubiera mandado un cadáver y tres androides tan solapadamente. Les veo muy nerviosos. Probablemente se están quedando sin tiempo. Tienen una nave desde donde mandan este material y probablemente les anden rastreando.
¡Ah, no me contestaban! Mi altivez me jugó una mala pasada. El tipo calvo desarrolló en menos de un segundo una gran cola de escorpión que incrustó en la arena y que fue a salir a la altura justa de mi trasero. Me moví para esquivar la embestida y perdí el equilibrio; y el fáser y, claro, el dominio de la situación. Menudo puñetazo me arreó el androide de pelo blanco. El calvo plegó su cola, tomó el Caldo Molecular, y me salvó la vida de paso; paró en seco a su compañero que había hecho salir a la luz desde uno de sus nudillos un pincho que me iba a clavar en la sien.
- Gracias - , susurré tratando de incorporarme. La mirada del calvo me hizo ver la poca idoneidad de mi acción, así que, me agarré las rodillas y permanecí sentando en la arena.
Ahí estaban esos dos, extrayendo del pedazo de carne extra de Acacia Jones, el combustible necesario para alimentar los trípodes. Yo diría que lo gozaban; aunque no era posible porque las máquinas no saben de eso. Cuando el arma estuvo cebada; ya saben, todo lucecitas eran los trípodes, me ignoraron y desaparecieron de mi vista igual que habían aparecido: teletransportación. Me levanté con desgana. La teoría decía que ahora saldría un rayo de alguna ranura de aquella composición, chocaría contra algún objetivo programado y el planeta se desviaría para colocarse en una órbita concreta donde probablemente joderían a alguien. Entonces, si no me daba prisa y me largaba ahí, el movimiento del planeta me mandaría al otro barrio. Eso era la teoría; pero yo no me movía. Le daba vueltas a los trípodes calculando que valor tendría aquello bien como chatarra espacial bien como prueba de algún delito. Cuando traté el cuerpo de Acacia no me di cuenta de inmediato de la existencia de aquella pieza así que, me temo, su composición estaba un tanto alterada por lo que, ahora lo iba a ver concretamente, el disparo tan sólo formó un bonito castillo de fuegos artificiales. ¡Lo hermoso y lo efímero! Hermosos fuegos, efímero placer. ¡Y qué realidad tan fea! ¡Cómo me habían dejado a Acacia! Recomponerla me iba a costar un día de trabajo. Pero, iba a hacerlo. Se lo merecía, pese a que no fuese más que un señuelo para esquivar a... Bueno ahí los tenía: una nave vulcana sobre mi cabeza y con la intención de aterrizar.
Iba explicarle al comandante vulcano lo que había pasado, pero no hizo falta; como tampoco quiso comprobar mi título de propiedad de aquella parte del planeta. De hecho miraron de reojo a la señorita Jones e ignorándome murmuraron entre ellos, mientras retiraban los trípodes:
- Que burros son estos humanos. No conseguiremos hacer carrera de ellos por más oportunidades que les demos. ¿Cuantos ejes temporales van a tratar de crear para que ese Imperio Centauro del siglo XL sea una República?
- Ni sus androides tienen una buena programación.
- Bueno el comandante Data ¿tal vez?
- No...
- ¿Y ese? - y me señalaron; aunque yo estaba a lo mío.
- ¿El Enterrador? No es un humano...
- ¿Y estropeó El Caldo Molecular por casualidad?
El comandante vulcano se encogió de hombros. Hizo amago de agarrar su tricorder y me miró de soslayo. No continuó. No tuvo ganas de analizarme. Se limitó a controlar como sus hombres desmontaban el trípode.
- Venga, caballeros, que sólo podemos respirar una hora-, les advirtió a sus soldados sin levantar la voz.

FIN

Caldo Molecular, parte II

Bien, tras el inicio de esta, nuestra Mención Especial, continuamos con la interesante experiencia.
Espero que os siga gustando, y que al final opinéis si nuestros jueces estuvieron acertados.



Ya aterrizaba en Barzan IV. Estaba incomodo. El humano llamado Anders, tripulante del Enteprise, había insistido tanto en acudir al sepelio: había pagado muy bien, vaya. Por eso ahí lo tenía como copiloto o como ayudante a la hora de manejar las grúas. No iba a poder recrearme en el entierro; apenas media hora para no tener otro cadáver en el arqueo. Estaba encantado con el mausoleo que le había adjudicado. Me sentí obligado. Fui al almacén de la nave; a la cámara frigorífica y saqué una botella de cerveza romulana, y dos jarras heladas. Yo no quería escuchar, pero al humano se le soltó la lengua, tal vez en exceso:
"La señorita Acacia Jones, hija del ministro republicano Darios Jones y la funcionaria Dalma Rodríguez: del mundo Excitha le habló. Jugaban con máquinas que propiciaban saltos temporales. Y así encontraron el siglo LX ; el Imperio Centauro dominaba los viejos dominios de la Federación Unida de Planetas. Se dijeron, hemos de restablecer la República en el área. Vieron al hijo del Emperador; vieron a su pequeña Acacia : miraron al consejo científico. Su presidente, Ludo Bosch, dijo: Es posible hacer viajar a la niña en el tiempo. Es posible adoctrinarla para ser princesa. Es posible cambiar las mentalidades imperiales de algunos centauros, no sé si de todos. Es posible que su hija pueda ser Emperatriz y entonces derribar al Imperio desde dentro, como la quinta columna perfecta. Lo que nos sobra es tiempo. Pero, mírela ahora, Enterrador: está muerta. Sólo éramos cuatro en su velatorio ¿sabe por qué? " " No, y disculpe si le resulto grosero, no me importa. No he preparado otra tumba y si no acabamos rápidamente con esto tendré que desintegrar su cadáver porque no sabría a quien cobrar los servicios y si estarían dispuestos a comprar su parcela ¿ya me entiende?" Perfectamente. Y no sabe cómo lamento lo que va a suceder en breve. Porque es muy evidente que yo soy un ser un humano y mi vida aquí está vendida. Sin embargo mis otros compañeros de vela eran androides y van a tomar el relevo.”
El tipo llamado Anders sacó de uno de los bolsillos de su casaca roja un comunicador que se pegó al pecho; lo presionó y de inmediato su cuerpo fue partículas de luz que se deshacían delante de mi. Al instante tres haces de luz iban conformando los cuerpos de sus tres compañeros mecánicos: uno con el pelo blanco, otro con el pelo rubio y el tercero calvo; ¡cómo brillaba aquella calva! No fueron amables conmigo. Me apartaron a su paso. Iban derechos hacia el sarcófago de Acacia. Se posaron delante de ella y empezaron a desnudarla meticulosamente. Al poco tres trípodes con logotipos de La Federación se teletransportaron a tan sólo un metro de donde yo estaba. No me costó mucho reconocer aquellas cosas. Se usaban para mover planetas de sus órbitas. Fruncí el ceño. Aquellos cabrones me iban a joder el negocio... Bueno eso se creían ellos. De hecho, pese a su composición metálica y su teórica carencia de sentimientos, empecé a notarlos nerviosos escarbando con ansiedad en cada porción del cuerpo de la señorita Jones. Estos tíos eran idiotas. Por qué menospreciaban mi trabajo. Cómo pensaban ellos que se momifica un cadáver. ¿Iba yo a dejar algo dentro de aquel cuerpo que impidiera el correcto tratamiento? Entonces me entró la risa floja; más sonora de lo que yo hubiera querido. Al unísono se volvieron aquellas cosas mirándome fijamente.

Caldo Molecular, parte I

¡Relanzamos!

Bien, como veréis hemos cambiado un poco para no cambiar nada, o lo que es lo mismo, somos nosotros pero con las ideas frescas.
Y eso implica un pequeño cambio en nuestra orientación, ya lo iréis observando.
De momento, y como introito de esta nueva (si es que hay algo nuevo) línea, empezamos a publicar los relatos ganadores del I Premio de Relatos Cortos Jake Sisko.

El primer relato que publicamos fué merecedor de una Mención Especial. Se titula Caldo Molecular, y fué escrito por Ramón Cañete Pastor.

Esperamos con impaciencia vuestras opiniones, aunque quizás sería mejor que esperáseis al final....
Ahí va....


¿ Viste los restos de Acacia Jones?. No parecía un cadáver. La había momificado tan bien. Daban ganas de besarla. Toda la tarde la guardaron sus amigos y parientes;¡ vaya panda!. A penas cuatro personas. Pregunté. No tenía más conocidos, me dijeron. Eso es imposible, pensé yo. Es demasiado hermosa para ser tan poco popular. No, si popular era un rato, me dijo uno de ellos. Un humano llamado Anders, tripulante de una nave estelar llamada Enterprise. Yo tenía que esperar a que quedara sola. Soy el enterrador. Manejo un transporte de carga que he convertido en un furgón funerario. Allá donde les llevo es difícil que los habitantes de la Federación sobrevivan más de una hora. Ya saben cuando me contratan que seré el último ser vivo que vea a su difunto. Digo adiós con mucha discreción. En Barzan IV dejaron de ser interesantes las cosas para la galaxia cuando el agujero de gusano que comunicaba el cuadrante Alfa y Gamma resultó ser inestable. Para mi fue una oportunidad. Oferté el servicio en unos folletos muy bien impresos. Que poco uso se le da al papel últimamente. Gano dinero. Dicen que en este siglo no es importante el dinero; mienten. Te topas con los ferengi y se te abren un montón de posibilidades; la dolcce vita a tu alcance. Los seres vivos que pueblan el universo conocido saben cómo alcanzar la realización total; y yo también. El sistema de pirámides sigue vigente hoy en día aunque la propaganda diga que no. Primero los elementos básicos para nutrirse y, bla, bla , bla , para concluir con la autorealización. Imaginación. ¿A quien le compre la nave? No, no la compré exactamente. Pimplafo Demonic, con aretes en lo que se suponía eran las orejas y diamante incrustado en lo que viene siendo mayormente la nuez , creyó liarme en una timba de póker; ni sé la especie a la que pertenecía el elemento. Me dejé ganar tres manos y en la cuarta saqué un montón de oro, le insinué que era mi resto y le señalé el transporte estelar. Sabía que era suyo. Lo controlé nada más aterrizar en el aeropuerto. Sonrió. Me creía un pardillo y no lo dudó un instante. De todas maneras no tenía intención de perder su nave; lo supe porque me miró cejijunto al tiempo que deslizaba su mano derecha por la cintura para dejarla reposar una breve pausa dramática en la funda que contenía un fáser plateado con nácar en la base. Entonces asentí. Puse mi cara más ingenua. Cerré los ojos. Y al abrirlos empecé a repartir las cartas. No le gustó. Me detuvo. Miró aquí y allá. No había mucha gente en el garito. De pronto fijó la vista en una pelirroja de ojos azules y tetas abundantes. Ella supo que la miraba. Vino a nosotros. Agarró el mazo de cartas y lo barajó con pericia. ¿Sabes que no dejará que ganes la apuesta, verdad? , me dijo la chica en perfecto español . Había dejado la baraja encima de la mesa. Mientras me hablaba, su dedo corazón presionaba levemente el pecho de mi contrincante. Se cabreó un poco Pimplafo Demonic. Su traductor universal había dejado de funcionar al tocarlo. Caigamos juntos y en picado, le susurró a Pimplafo, ahora sí con el traductor funcionando a la perfección, que recuperó la sonrisa e incluso me hizo un gesto amable invitándome a hablar. Pedí dos cartas. El negó con la cabeza y se plantó. La chica se alejaba de nuestra mesa no sin antes mirarme profundamente a los ojos porque veía mi delatora cara de satisfacción: tenía una escalera de color y la nave iba a ser mía sin remedio. Pimplafo lo intuyó. De lo contrario, no entiendo porque sacó una daga prácticamente de la nada con la intención de ponérmela en la garganta. Esa era sin duda la trayectoria. Vi el movimiento ralentizado y supe que debía saltar hacia atrás para evitar el corte. No hubiera echo falta de todos modos: un soldado vulcano había puesto dos dedos en el cuello de mi contrincante y lo había inmovilizado. Detrás de mí, otros dos vulcanos más habían parado en seco mi retroceso: estaba yo en la posición inicial. Uno de los vulcanos vio mis cartas al tiempo que interrogaba con la mirada al que sostenía a Pimplafo : "Le ha ganado la nave, no hay discusión" , aseveró éste que iba registrando a Pimplafo hasta que encontró lo que buscaba. "Colton puro", dijo. "Si nos permite haremos un par de comprobaciones en su nueva nave y luego le dejaremos en paz". Yo dije que sí sin pensármelo dos veces. El Colton es oro azul en estos días. Pocos planetas tenían vetas del material con el que se realizaban todos los equipos tecnológicos que consiguieron que gran parte de las civilizaciones universales se conocieran: para bien o para mal, eso es cierto.